domingo, 11 de diciembre de 2011

Caso Galileo Galilei


Desenmascarando mentiras históricas en contra de la Iglesia…

     [La Iglesia] "...no tiene miedo a la verdad que emerge de la historia y está dispuesta a reconocer equivocaciones allí donde se han verificado, sobre todo cuando se trata del respeto debido a las personas y a las comunidades. Pero es propensa a desconfiar de los juicios generalizados de absolución o de condena respecto a las diversas épocas históricas. Confía la investigación sobre el pasado a la paciente y honesta reconstrucción científica, libre de prejuicios de tipo confesional o ideológico, tanto por lo que respecta a las atribuciones de culpa que se le hacen como respecto a los daños que ella ha padecido".           Juan Pablo II, discurso del 1 de septiembre 1999.


El Caso de Galileo.

     En este importante segmento sobre las mentiras historicas vertidas contra la Iglesia me gustaría aclararles y no pasar por alto el caso de Galileo, pero en esta ocasión no hablaremos de Galileo el hombre de ciencia, hablaremos del hombre que en vida fue un devoto católico y que a la hora de su muerte declaró fidelidad a su amada Iglesia Católica. Si bien es cierto que seremos conocedores de la verdad únicamente si nos interesa conocerla, les presento de manera objetiva este caso, ya que ha sido utilizado por muchos maliciosamente para atacar a nuestra madre la Iglesia.

     Este caso ha hecho correr mucha tinta y por más de tres siglos ha creado múltiples tergiversaciones y disputas entre la Iglesia Católica y la ciencia. El propio Juan Pablo II reconoció en una ocasión que el tribunal eclesiástico al juzgar los planteamientos científicos de Galileo había incurrido en errores, este público reconocimiento del Santo Padre marco el inicio de una etapa de buenas relaciones entre fe y ciencia.

     Si bien es cierto que Galileo en algún momento fue condenado injustamente por algunos miembros de la Iglesia, hoy día se comete una injusticia mayor al difundir una versión totalmente falsa de este asunto.

     Galileo no encontró en la Iglesia a sus principales opositores sino en aquellos que defendían a capa y espada las antiguas propuestas las cuales se apoyaban en los principios aristotélicos. Sobre este punto en particular Juan Pablo II nos dice la incursión de algo nuevo ya sea en el campo científico o metodológico les impone a las distintas disciplinas del conocimiento a definir su propio campo y método. Tanto es así que desde el siglo pasado los grandes progresos que alcanzado la ciencia ha obligado a los interpretes de las sagradas escrituras a reflexionar sobre la forma de sus interpretaciones.

     A Galileo se le juzgó porque dijo que en la Biblia había un error en la parte que dice que el sol se detuvo cuando en realidad la que se detuvo fue la tierra y no por sus teorías científicas. La causa de todo el conflicto no fue de ciencia sino su injerencia en la interpretación científica de la Biblia.

     Este jamás fue martirizado por decir que la tierra giraba alrededor del sol. Su condena se limitó a reclusión domiciliaria. Algunos jueces se negaron a consentir esta sentencia que nunca fue firmada por el Papa quien deseaba que el proceso que se le seguía a Galileo concluyera lo antes posible debido a los problemas de salud que padecía. Se ha dicho que fue encarcelado con el propósito de que renegara de su teoría, cosa que es totalmente falsa.

     Mientras se llevaba a cabo el proceso se le permitió estar en uno de los mas prominentes oficios de la inquisición, las habitaciones del abogado, también le fue permitido que fuera asistido por uno de sus siervos. El resto de su estancia en Roma, la paso como invitado en la Villa de los Medici.

     Trabajó, hasta su muerte ocurrida en el año 1642 a la edad de setenta y siete años, firme en sus creencias cristianas y filosóficas. Fue buen amigo de muchos cardenales entre los que podemos citar al hoy conocido como San Roberto Belarmino. Galileo siempre gozó de gran aprecio entre los Cardenales romanos, a quienes les gustaba ver el espacio a través de su famoso telescopio.

     En el año 1610, publica la obra Sidereus Nuncios, en donde plantea sus teorías. Esta obra recibe el respaldo del jesuita Clavius y del astrónomo Kepler. En el año 1741 la Iglesia le concede el imprimátur a la primera edición de las obras completas de Galileo.

     Me gustaría concluir este tema con unas palabras del propios Galileo, quien en cierta ocasión dijo: que sus dos fuentes de consuelo permanentes eran el testimonio de su conciencia sólo conocido por El y por Dios y sus escritos en los que no se podía encontrar la más mínima blasfemia hacia su querida Santa Iglesia Católica.

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