sábado, 10 de diciembre de 2011

La Infalibilidad Papal, como es que debe entenderse!!!


La Infalibilidad Papal.


     Aprovecho esta oportunidad para exponer de manera más detallada y explicar un poco más, al igual que desmitificar algunas de las equivocadas explicaciones que quieren darle a esta verdad de fe como lo es la Infalibilidad Papal. Digo esto, ya que es de los puntos que se han querido manipular y así hacer que el pueblo no sepa lo que la Iglesia realmente enseña al respecto.

     Es preciso que inicie este importante y controvertido tema con la definición de infalibilidad, así será mas fácil para usted amigo lector entender mucho mejor este capitulo. Es mucho lo que se ha escrito sobre esta verdad de fe y es grande la controversia que ha generado también, ya que el término en sí crea cierta confusión, es por esta razón que le dedico estas líneas para despejar cualquier duda que como católico tenga usted.

     El significado de la palabra infalibilidad de acuerdo al Diccionario “El pequeño Larousse Ilustrado 2003, novena edición” es el siguiente:

     “Imposibilidad de equivocarse. Carácter de algo que produce el resultado esperado. Infalibilidad pontificia: dogma proclamado en el año 1870 por el Concilio Vaticano I, según el cual el papa, cuando habla ex cátedra, no puede equivocarse en materia de fe.”

     La infalibilidad pontificia fue declarada dogma, como vimos, en el año 1870 y la misma fue proclamada por el Papa Pío IX (1846-78.)

   La infalibilidad le corresponde en forma especial al Papa como cabeza de los obispos. (Mateo 16:17-19; Juan 21:15-17.) 

     El don de la infalibilidad es definitivamente necesario en la Iglesia, porque es un don del señor Jesucristo, quien concedió a su Iglesia el depósito de la revelación, para que fuera ella quien lo transmitiera de generación en generación y en toda su integridad.

     Es por esto que al analizar detenidamente la misión que el señor ha encomendado a su Iglesia, es preciso afirmar que esta así como el mismo fin de la propia Iglesia, exigen la Infalibilidad pontificia junto a la pureza de la fe y la unidad de la Iglesia.

     Jesucristo entrega a San Pedro el destino de la Iglesia, y esta misión tan importante no puede ser llevada a cabo con éxito por el Santo Padre sin la ayuda del Espíritu Santo, que le indica el camino por donde debe dirigir a la barca, su Iglesia. Sin esta ayuda sería imposible mantener intacta a nuestra santa Iglesia Católica.

     Cristo nos enseña que su Iglesia permanecerá hasta el fin del mundo. Lo que nos indica que esta no ha de terminar ni ha de confundir en materia de fe a sus hijos, lo mismo debemos decir de su cabeza, que es el Santo Padre, sucesor de Pedro, y que ha de ser infalible en las cuestiones de fe y la moral.

     Por lo que al igual que a Pedro, al Papa se le garantiza que con la ayuda del Espíritu Santo, no enseñará error alguno en cuestión de fe y moral como expliqué anteriormente.

El Concilio Vaticano II lo expresa así:

     “Aunque cada uno de los prelados por sí no posee la prerrogativa de la infalibilidad, sin embargo, si todos ellos, aun estando dispersos por el mundo, pero manteniendo el vínculo de comunión entre sí y con el Sucesor de Pedro, convienen en un mismo parecer como maestros auténticos que exponen como definitiva una doctrina en las cosas de fe y de costumbres, en ese caso anuncian infaliblemente la doctrina de Cristo. La Iglesia universal, y sus definiciones de fe deben aceptarse con sumisión.
     Esta infalibilidad que el Divino Redentor quiso que tuviera su Iglesia cuando define la doctrina de fe y de costumbres, se extiende a todo cuanto abarca el depósito de la divina Revelación entregado para la fiel custodia y exposición.
      Esta infalibilidad compete al Romano Pontífice, Cabeza del Colegio Episcopal, en razón de su oficio, cuando proclama como definitiva la doctrina de fe o de costumbres en su calidad de supremo pastor y maestro de todos los fieles a quienes ha de confirmarlos en la fe (Lc., 22,32.)
     Por lo cual, con razón se dice que sus definiciones por sí y no por el consentimiento de la Iglesia son irreformables, puesto que han sido proclamadas bajo la asistencia del Espíritu Santo prometida a él en San Pedro, y así no necesitan de ninguna aprobación de otros ni admiten tampoco la apelación a ningún otro tribunal.
     Porque en esos casos el romano Pontífice no da una sentencia como persona privada, sino que en calidad de maestro supremo de la Iglesia universal, en quien singularmente reside el carisma de la infalibilidad de la Iglesia misma, expone o defiende la doctrina de la fe católica.
     La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el cuerpo de los Obispos cuando ejercen el supremo magisterio juntamente con el Sucesor de Pedro. A estas definiciones nunca puede faltar el asenso de la Iglesia por la acción del Espíritu Santo en virtud de la cual la grey toda de Cristo se conserva y progresa en la unidad de la fe.”

El famoso “incidente” de Antioquía.


     Sobre la Infalibilidad Papal es triste constatar lo que han tenido que hacer los hermanos separados para de todas las formas posibles, querer confundir y engañar inútilmente al Pueblo de Dios y con estratagemas infantiles hacer que caigan en sus “argumentos capciosos y sobretodo fuera de contexto.”

     Uno de los argumentos más alegremente mal interpretando sobre este tema que usan los protestantes, está en la carta a los gálatas. Por lo que a continuación y para ponerle la tapa al pomo al acápite en cuestión sobre la infalibilidad papal, les analizo lo expuesto por San Pablo en dicha Epístola sobre la autoridad jerárquica de la Iglesia; confirmando y así lo hago constar en este análisis, el hecho de que San Pablo si reconoce en los jefes de la Iglesia una autoridad superior a la suya como hecho relevante.

     Tradicionalmente los protestantes, sobre todo los de línea fundamentalista, han recurrido de manera antojadiza a esta Epístola, precisamente para querer socavar la figura de Pedro como jefe soberano de la Iglesia Universal.

     Sin embargo, demostraré en el desarrollo del tema, que en el contenido de la misma Epístola, San Pablo nos ofrece constantes testimonios realmente eficaces, que corroboran la autoridad suprema de San Pedro.

     Podemos ver en Gál. 1.18-19, la visita de San Pablo reconociendo la importancia y el primado de San pedro, realizando la misma al poco tiempo de su conversión. “Pasado tres años, subí a Jerusalén para visitar a Cefas y estuve con él quince días. A otro de los demás apóstoles no vi sino a Santiago.

     La fuerza del verbo original utilizado “historésai” traducido como “visitar” por falta de otro término más exacto, significa realmente conocer de vista, tener una entrevista, visitar por atención o respeto. Esto implica necesariamente el interés de San Pablo de mantenerse en apego a la jerarquía de la Iglesia y el primado de San Pedro, dispuesto por nuestro Señor Jesucristo, su deseo de conocerle personalmente y ofrecerle sus respetos.

     Es también interesante notar la actitud de San Pablo con el resto de los apóstoles, pues no tuvo ningún intento de visitarles y sólo vio, y según él mismo nos narra, de manera casual a Santiago, lo que implica la relevancia secundaria del hecho.

     Otro punto es que para hacer el viaje de subir a Jerusalén, con la intención única de visitar a Pedro, tuvo que enfrentar situaciones de riesgo huyendo de Damasco, y a los quince días también de Jerusalén donde los judíos querían matarlo.

     Transcurridos catorce años, San Pablo realiza otro viaje a Jerusalén, esta vez con fines de conseguir la aprobación de su Evangelio a los jefes de la Iglesia y vale notar que es Pablo quien se acerca a ellos, y no viceversa. Este episodio tiene una gran trascendencia por ser el mismo Jesús quien le da la misión a Pablo y es quien le encomienda la prédica del evangelio. Y a pesar de todo eso, él busca las columnas de la Iglesia para ver “si había corrido en vano” como él mismo dice.

     Ellos son los que al recibirle y oírle hablar, le confirman y aprueban así como le reconocen la misión encomendada a él de predicar a los gentiles. En otras palabras, ellos son los que le dan el visto bueno y le dan luz verde a seguir con su misión que como hemos visto, Dios se la dio y la Iglesia la confirma. En adición vemos como ese apostolado de Pablo reconoce la suprema autoridad del apostolado de la circuncisión, que estaba a cargo de San Pedro como jefe supremo de la Iglesia.

     Tratemos el caso del muy discutido y muy tergiversado discurso de Antioquía, tan utilizado y manipulado por los protestantes contra el primado de San Pedro, veamos Gál. 2,11-14: “Más cuando vino Cefas a Antioquía, me opuse a él abiertamente, porque era culpable. Porque antes que viniesen ciertos hombres de parte de Santiago, comía con los gentiles; más cuando vinieron se retraía y recataba de ellos, temiendo a los de la circuncisión. Y le imitaron en esta simulación también los demás judíos, tanto que el mismo Bernabé se dejó arrastrar a esta simulación.

     Mas cuando vi que no andaban a las derechas conformo a la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: si tú judío como eres, vives a lo gentil y no a lo judío, ¿Cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?”

     Empecemos por poner en su justa medida y su verdadero tamaño la situación. Primeramente cabe notar que San Pablo no ataca la doctrina de San Pedro, sino su proceder práctico. Tertuliano afirma en este mismo sentido el hecho de que “fue un error en su comportamiento, no en su predicación”.

    A este comentario quiero señalar que el mismo Pablo se vio movido en otras oportunidades a actuar de la misma forma que Pedro actuó en esta ocasión, ejemplos de estas tenemos a He.16, 3; 21,26; I Cor. 8,13; Rom. 14,21; dándosele más importancia a esta de Pedro, ya que su ejemplo como cabeza reconocida de la Iglesia, de seguro como en esta ocasión, movía a los demás a imitarle y esto se podía prestar a confusión para la comunidad.

     Señalo el hecho de que la actitud de San Pablo ante el conflicto creado por la simulación de San Pedro, aún y dice que se le opone abiertamente, se dirige a él con moderación y respeto. Sin embargo se hace evidente para San Pablo que la razón de la eficacia que tuvo el ejemplo de San Pedro era la autoridad que los demás daban a su persona.

     Si esa autoridad no hubiera sido verdadera y reconocida, lo único que debía haber hecho San Pablo era atacar esa autoridad, sin embargo no ataca la autoridad de San Pedro y ante la situación, no atacarla era reconocerla. 

     Otro punto es que todos estaban en falta, sin embargo solamente se dirige a San Pedro. Esto porque entendía que no podía convencer a los demás, sin convencer a San Pedro primeramente para solucionar el conflicto.

     Un dato muy relevante y con el mismo quiero terminar este tema, es que Pablo tampoco apela ni menciona el Concilio, sabiendo todos que si San Pablo hubiera considerado que la autoridad del Concilio era mayor a la de Pedro, la forma más eficiente para desautorizar su conducta hubiera sido recurriendo al mismo. Pero no lo hace, y únicamente apela al mismo San Pedro como apóstol jefe supremo de la Iglesia.  Por tanto la actitud de San Pablo, al no atacar la autoridad de Pedro, es para nosotros el más claro reconocimiento y la mayor garantía del Primado de San Pedro. 

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