lunes, 19 de diciembre de 2011

El Cisma de Oriente... Cuando la Cristiandad se divide en dos!!!


EL CISMA DE ORIENTE.

     El cisma de oriente se ha distinguido por ser uno de los más lamentables episodios del cristianismo, ya que dio como resultado la separación de la gran mayoría de los cristianos orientales de su alianza con la Iglesia Católica, de esta ruptura surge la que hoy conocemos como Iglesia “Ortodoxa.”

     Cisma que dividió la cristiandad en dos grandes bloques, ambos teniendo su origen en los apóstoles, con el agravante de que los ortodoxos rompen su comunión con la cátedra de Pedro, lo que les invalida a seguir disfrutando de la comunión plena con la única Iglesia de Cristo.

    Este episodio, el cual como dije anteriormente, no se convirtió en herejía sino que pasó a ser un cisma. Esto así, ya que su razón de existir no se debió a un error doctrinal ni cuestiones de fe, sino que fue algo con motivaciones más políticas.

    Disgusto que mantuvieran los emperadores y que alimentaran en los demás Patriarcas. Y el punto era que no entendían que Roma, ciudad que para ese momento ya no era la capital del imperio y había pasado a ser una ciudad de menos nivel que Constantinopla, los dirigiera en materia de fe.

     Esta ruptura no fue repentina sino que su desarrollo se fue dando gradualmente.

    Dejando a un lado las desavenencias más que evidentes entre occidente y oriente como las diferencias en el idioma, costumbres, etc., en la base del cisma cabe resaltar como mencioné anteriormente, el conflicto existente entre los patriarcas.

    Los obispos que gozaban de mayor prestigio eran los de Roma, Antioquia, Alejandría, Jerusalén y Constantinopla; sin embargo en la práctica era el obispo de Roma el que ostentaba la supremacía, fundamentado en que eran los sucesores de Pedro, apóstol encargado por el mismo Jesús a ser la piedra visible de su Iglesia; y quien había terminado su apostolado en esa ciudad y selló su vida con su martirio también allí.

     El hecho de la primacía de Roma como explicábamos antes era motivo de envidia para los patriarcas orientales. En Oriente sería el patriarca asentado en Constantinopla antigua Bizancio, auspiciado por el emperador el que se alzaría por encima del resto oponiéndose a Roma.

     El germen de la división ya estaba caminándose en el mismo pueblo dentro de Constantinopla, y las pretensiones del patriarca de dicha ciudad llegaron a niveles tales que se auto daba un segundo lugar de preeminencia y por momentos quiso hasta ser la cabeza visible de la Iglesia.

     Tuvo su primer asomo divisionista por medio del episodio con Acasio finales del siglo V quien era patriarca de Constantinopla en tiempos del Papa Félix III; quién le interpeló para que desistiera de apoyar a la herejía del monofisismo, la cual como vimos anteriormente fue condenada en el Concilio de Calcedonia.

     A tal requerimiento del Papa, Acasio respondió borrando el nombre del Papa del Canon y rompió sus relaciones con Roma. Esta acción fue apoyada por los Patriarcados de Alejandría y Antioquía.

     No es sino hasta que el emperador Justino I interviene que pone fin a este cisma que ya tenía treinta y cuatro años al ascender al trono.

Pero el germen de la ruptura más fuerte vino a raíz de Focio.

     Focio, hombre lego pero que era muy hábil para convencer al hablar, se caracterizaba por tener una gran ambición. Eran tiempos en que el obispo Ignacio era el patriarca de Constantinopla. Era un hombre muy piadoso, abad de uno de los innumerables monasterios existentes en la ciudad. Era un hombre de posiciones muy firmes, lo cual hizo que le negara la comunión a un tío del Emperador Miguel III, quien llevaba una vida llena de actos de inmoralidad; esta acción, la cual fue correcta, motivó la ira del emperador quien ordenó que Ignacio fuera desterrado y en su lugar fuera nombrado Focio, nombramiento que fue realizado de manera ilegal.

     Aún esto así, él “deseaba” recibir la confirmación del Papa Nicolás I quien regía la sede romana, y quien estaba muy consciente de la autoridad que le confiere el Papado dentro de la Iglesia, para lo cual estaba dispuesto hacer valer su autoridad no sólo en Occidente sino también en Oriente.

     Pero el Papa quien para ese momento y por la oportuna advertencia del depuesto Ignacio envió con disposiciones muy especificas a sus representantes a Constantinopla, estos en vez de cumplir con lo dispuesto por el Papa y restituir al obispo Ignacio en su cargo, sucumbieron a los sobornos y chantajes de Focio confirmándolo como Patriarca de Constantinopla.

     Al Papa enterarse de la traición de estos, los excomulgó haciendo extensiva la pena al patriarca y al propio emperador, esta disposición trajo consigo la ruptura y el rechazo de la primacía del Papa en Constantinopla y este a su vez fue excomulgado por el falso patriarca.

     Este amago de cisma no duro mucho tiempo, unos 9 años, pues cuando el emperador Miguel III fue derrocado por Basilio I de macedonia fue reintegrado el Patriarca Ignacio a su sede.

     En el IV Concilio de Constantinopla, el cual fue el VIII de los ecuménicos, fue confirmado el destierro y degradación de Focio, quien tenía un gran talento para la intriga y pudo ganarse la confianza del nuevo emperador, al morir Ignacio fue restituido en la sede patriarcal y en esta ocasión con el consentimiento del Papa Juan VIII, sin embargo esta situación no duró mucho tiempo pues con la subida al trono del emperador León VI y conociendo este los enredos e intrigas de Focio lo destituye y es enviado a un monasterio permaneciendo allí hasta su muerte. Tristemente nunca se reconcilió con la Iglesia.

     El patriarca Antonio kauleas, quién subió al patriarcado de Constantinopla al ser destituido Focio, fue quien restauró en un sínodo la comunión con Roma de manera total. Por lo que restituyó el nombre del Papa en todo lo relacionado a la liturgia.

     Mientras en ese momento en Roma se encontraba el Papa León IX, quien fue promovido por la dieta de Worms. Nombró en la Sede Papal a algunos religiosos de Lorena con el único propósito de que le ayudaran en sus tareas de reforma. Así, atacó la simonía y el nicolaísmo o violación del celibato en los sínodos de Pavía, Reims y Maguncia.

     En ese momento el patriarcado de Constantinopla lo tenía Miguel Cerulario, elegido en el año 1043. Hombre de una pobre formación teológica y que se caracterizaba por su animadversión por todo lo occidental. Esta antipatía estaba dirigida mayormente a la figura del Papa. Acusándole reiteradas veces por cuestiones de la liturgia o disciplina más que por doctrinas.

     Durante su mandado aumento el distanciamiento entre Oriente y Occidente pues este emprendió una política de enemistad y enfrentamientos, ordenando el cierre de todas las iglesias y monasterios latinos que se encontraban en su región y que negaran aceptar el rito griego.

     Al enterarse de esta situación Roma, de inmediato encargó al cardenal Humberto de Silva la elaboración de un manifiesto en el que se dejaban ver los errores de los griegos, como el matrimonio de sus sacerdotes, pero sobretodo donde se veía la supremacía del Pontífice Romano, con quien debía tener comunión toda la Iglesia.

     Valiéndose de las buenas relaciones de las que gozaba con el emperador Constantino IX, el Papa León IX despachó una representación para visitar a Miguel Cerulario con el fin de entablar conversaciones y reestablecer la unidad. Lamentablemente las discusiones no llegaron a feliz término, pues en el ambiente predominaba la tensión producida por la reacción popular ante la presencia en Constantinopla de los representantes romanos.

     Y en honor a la verdad un elemento que no ayudó para el entendimiento en ese momento fue la mala elección de parte y parte en las personas que iban a intervenir en dicho encuentro ya que iban predispuestos en sus puntos de vistas y con actitudes pocos conciliadoras.

     Por lo que se procedió a emitir una bula de excomunión muy severa contra Cerulario para ver si con esto se lograba el arrepentimiento del patriarca.

     Recrudecidas las posturas, hicieron caso omiso a la validez de la excomunión, y al morir el papa León IX quedaban anulados los poderes concedidos a sus legados los cuales, carecían de autoridad para promulgar una excomunión.

     Se produjeron algunos intentos de conciliación por parte del Patriarca Pedro de Antioquia y el Emperador Constantino IX pero estos no prosperaron, la bula papal de excomunión emitida en contra de Cerulario fue quemada públicamente. Acto por el cual se formalizan las recíprocas excomuniones, dando con esto al traste con la unidad querida por el Señor. Por lo que en el año 1054 se concretizó la división entre los Católicos y Ortodoxos.

     Esta acción provoca que el rompimiento entre las dos Iglesias sea de manera definitiva. Ahora que el cisma ya estaba cuajado y lo que en un principio habían sido dos partes de la misma Iglesia, se habían convertido en rivales, sin embargo es bueno resaltar que así como hubo una tensa relación por periodos antes de Focio así también se produjeron algunas “uniones” después de Cerulario.

     En los concilios celebrados el Lyón y Florencia en los que se llegó a un acuerdo para que se produjera la anhelada reunificación que daría  por finalizado el cisma, desdichadamente, no perduró la reunificación, ni tuvo una plataforma sólida en la parte oriental, ya que todo el asunto de la reunificación fue siempre tratado por Bizancio como cuestión política.

     El emperador se encontraba en la disposición de otorgar lo que fuera hasta tanto pasara el peligro, y se cumpliera su deseo de  que los latinos se enfrentaran a los turcos por cuenta de él.

     Lo único que deseaba occidente a cambio era que concluyera la lamentable situación que había provocado la ruptura, aunque cabe señalar y es obvio que la causa fundamental que impulsaba a occidente era la religiosa, pues este no deseaba nada de oriente ya que no tenia nada que ganar lo único que deseaban los latinos era ofrecer su ayuda y estaban preparados para hacerlo.

     Cerulario manipuló habilidosamente para hacer pretender que era una cuestión de bizantinos contra latinos, cosa que el pueblo empezó a creer a tal nivel y fanatismo que se hizo popular una expresión en ese tiempo…
  
“Preferible el turbante del Sultán que la tiara del Papa”

     Por lo que cada intento por lograr la reunificación fue desecho prácticamente de inmediato. Dionisio I de Constantinopla fue quien a través de un sínodo celebrado en el año 1472 repudió formalmente la unión, lamentablemente desde entonces no ha habido signos de unidad, hasta los realizados por los últimos Papas, iniciados por nuestro querido Pablo VI así como por el gran gigante del siglo XX  nuestro bien recordado Juan Pablo II que cada día se gastaba más y más trabajando por la unidad tan importante como signo del Reino en la tierra.

     Debemos tener en cuenta una advertencia que nos hace uno de los Padres de la Iglesia de los primeros siglos en tiempo que verdaderamente era una la Iglesia, sin esta división ya causada por razones no válidas…

     "Yo os digo y os protesto, que causar división en la Iglesia, no es menor mal que caer en la herejía.(S. Juan Crisóst. Homl. 11, sent. 341, Tric. T. 6, p. 375.)"

      En esta dolorosa historia distinguimos los siguientes puntos. Es mucho más sencillo entender cómo un cisma continúa que entender cómo se inició. Los cismas se producen fácilmente sin embargo son muy difíciles de sanar. En sus inicios es importante diferenciar entre la tendencia cismática y la ocasión real de su estallido. La causa de las dos ya ha desaparecido. La tendencia fue causada primordialmente por la envidia al querer elevar la Sede de Constantinopla al Primado que sólo le corresponde a Roma.

     Los Ortodoxos al poseer un instinto religioso muy conservador tienen la tendencia de continuar con el estado de las cosas ya existentes, este instinto es tan fuerte que muchos de los cristianos de oriente entiende que estarían traicionando su antigua fe y a la iglesia ortodoxa de producirse una unión con Roma, es importante insistir en que no hay intención alguna de latinizarlos, que la antigua Fe no es incompatible, sino que más bien demanda la unión con la sede principal que sus Padres observaron.

    Entre las diferencias más importantes podríamos señalar las de costumbres, las cuales diferían un poco, sobre todo en que el pan para la Eucaristía en oriente era con levadura y en occidente sin levadura. El celibato en occidente era para todos y en oriente únicamente para los monjes y los obispos, no para el clero secular. Y detalles pequeños dentro de la liturgia como los cantos de aleluya en cuaresma para los orientales y en pascua para los occidentales. Pero lo que puso fin a siglos de tensión e inició la ruptura oficial fue el “Filioque.”

    Esto es, que en el credo inicialmente se puso que el Espíritu Santo procedía del Padre, y al surgir las sectas que querían negar la Divinidad de Jesús, aclarado el punto de que realmente Jesús es Dios, se incluyó al credo oficialmente en un concilio de Toledo en el año 449, que el Espíritu Santo también procedía del Jesús.

    Los hechos sucedidos en el medio de las disputas antes expuestas dejan muy claros los errores cometidos por ambas partes en los intentos que realizaron para solucionar sus diferencias. Después de diez siglos de cisma podemos darnos cuenta que este no solamente ha sido el mayor mal en la Cristiandad, sino el más inútil.

     Nosotros los Católicos ya hemos dado como buenos cristianos el primer paso y fue el mismo Papa Juan Pablo II quién a nombre de la Iglesia Católica se excusó públicamente por las faltas que se cometieron por hombres de la Iglesia en esos momentos históricos.

     A nuestros hermanos ortodoxos, nuestros hermanos en la fe, todo lo que se les pide es regresar a donde sus Padres estuvieron, tratar a Roma como Atanasio, Basilio y Crisóstomo entre otros muchos la trataron. Volver a la fe de sus Padres, a la sede de Pedro tan venerada por todos los cristianos tanto de occidente como de oriente. 

     El hecho más sobresaliente para restablecer al unidad ocurrió en el pontificado de el Papa Pablo VI, (1963-1978.) Donde hubo un providencial e histórico encuentro entre el Santo Padre y el Patriarca de Jerusalén y en donde se levantaron las mutuas excomuniones y desde ese momento las dos Iglesias mantienen un dialogo muy de cerca y la unidad, por la cual oramos fervientemente, se ve con mucho optimismo ya que hay un acercamiento cada vez mayor y estamos gozosos de ver llegar esta unión tan deseada por Jesús.

     Podríamos resaltar que las diferencias entre estas dos iglesias son meramente de organización y costumbre, siendo el único gran obstáculo el Obispo de Roma, que ellos lo ven como “primo inter pares” el primero entre iguales, pero no le reconocen jurisdicción en las costumbres, la moral, en fe ni la disciplina. Las Iglesias Ortodoxas mantienen su autonomía cada una y de las cuales están como principales: la rusa, la griega, la Armenia, la Copta, y La Caldea. Aunque se separaron de Roma, mantienen el mismo culto y todos los sacramentos.

     Hay que persistir en el diálogo doctrinal, pero sobre todo esforzarse más en la oración ecuménica. Oración que se ha intensificado mucho en los años posteriores al siempre bien recordado Concilio Vaticano II; diálogo que debe comprometer, fundamentado en el amor a los cristianos, y que nos debe llevar a querer aumentarlo día a día en sintonía con la gran invocación de Cristo, antes de la Pasión:

    "Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mi y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros" (Jn.17, 21)."

Diferencias con el Catolicismo…

 * Su cuerpo doctrinal es casi el mismo al de la Iglesia Católica y lo mismo se podría decir de su organización. Esto dicho unido a las ya citadas, podríamos decir que estas son las diferencias de este grupo con el catolicismo.

    
Otro que ha sido protagonista en pro de la unión de estas dos iglesias ha sido el Papa Juan Pablo II a raíz de los múltiples encuentros que él sostuvo con los distintos patriarcas de las diferentes comunidades ortodoxas; Y los gestos de unidad expresados tanto por un lado como por el otro.

     “La Iglesia se llama católica o universal porque está esparcida por todo el orbe de la tierra, del uno al otro confín, y porque de un modo universal y sin defecto enseña todas las verdades de fe que los hombres deben conocer, ya se trate de las cosas visibles o invisibles, de las celestiales o las terrenas; también porque induce al verdadero culto a toda clase de hombres, a los gobernantes y a los simples ciudadanos, a los instruidos y a los ignorantes; y, finalmente, porque cura y sana toda clase de pecados sin excepción, tanto los internos como los externos; ella posee todo género de virtudes, cualquiera que sea su nombre, en hechos y palabras y en cualquier clase de dones espirituales.” 

(SAN CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis 18, 23-25.)

     Gracias a Dios ya han sido levantadas las excomuniones y el dialogo en cada vez mas fraternal y de mucho respeto; y es que solo a partir de esta gran división es donde la cristiandad se divide en dos. La Iglesia Católica conocedora de su mision, apela a la voluntad del mismo Jesús de estar unidos en su cuerpo por medio a Pedro como cabeza visible de la Iglesia.



 ¡Oremos por que esta unidad bendita sea cada dia mas tanto de fondo como de forma, y que lleguemos a ser uno solo en Jesus. De esta forma no seremos piedra de tropiezo sino ejemplo, para aquellos que no conocen el evangelio y sólo en nosotros pueden ver el mensaje de unidad y amor!!! 

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